Yo no sé si a alguna de ustedes les pasó o será que mi familia era muy atípica. A mí madre nunca le gustó la muñeca Barbie, así que cuando yo era niña decidió no comprarme ninguna. Les juro que tuve todas: la maestra, la veterinaria, su casa, el carro descapotable, el carruaje, todo. ¿Cómo las tuve? Fue un amigo de mi madre, Eduardo, quien me regaló todo ese mudo de Mattel. ¡Era el mejor de los amigos de mi madre! Jaja.
Una vez, mi mamá y yo fuimos a una juguetería. Yo me enamoré de una Barbie: la gimnasta. De novedad hacía el split y eso me parecía lo más innovador. Mi madre me vio tan ilusionada, tan interesada en la muñeca que terminó comprándomela. ¡Fue la única y la más especial!
Ambos me mostraron dos realidades: mi madre deseosa de que yo no cayera en la necesidad de cumplir los estándares físicos de Barbie. Y su amigo quería que yo disfrutara de mi infancia, lo cual logró muy bien.
Les traigo este tema porque me parece fantástico que esta marca de muñecas tan importante a nivel mundial, haya ampliado su línea, las medidas, los colores, en fin, aquella idea de medidas imposibles pasó a la historia.
La vicepresidenta de Barbie, Evelyn Mazzocco, comentó a un medio de comunicación en España: “como marca somos responsables de mostrar una idea más amplia de la belleza a niñas y padres”.
Esta línea, llamada Fashionistas, incluye cuatro tipos de figuras, siete tonos de piel, 21 peinados diferentes, infinidad de colores de ojos y variedad de prendas y accesorios de moda. Tal como nosotras, todas tan diferentes.
Lo mejor de todo esto es que en muchas ocasiones, prefiero no generalizar, detrás de campañas como esta, lo que hay es una demanda de los consumidores. Lo que quiere decir es que si esas muñecas están ahí es porque estamos demandando más realidad, más aceptación y más diversidad. ¡Me parece muy bien!
Así que nunca es mal día, ni mala hora para sentirnos bien. ¡Un abrazo y que nadie las detenga!
Ari.
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