¿Cómo vestir el alma?

Cómo Vestir el Alma: Su muñeco se llamaba Martín

By Ariana Fernández

August 17, 2021

Con este título pensarás que hablo de dónde saqué el nombre de Martín para mi segundo hijo. Pero no, yo nunca tuve un muñeco llamado así, ni tampoco puedo decirte que este nombre lo tenía en mi cabeza desde niña.

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Cuando le propuse el nombre de Martín a Elías fue hace unos tres años atrás. Solo le dije: “mi amor, si tenemos otro hijo le podríamos poner Martín, ¿qué te parece?”  Me dijo: “¡Me encanta!

Pasaron los años, porque literal fueron años, y llegó este nuevo bebé que se está gestando. Cuando supimos que era niño ya sabíamos que se llamaría Martín.

Para mí, los nombres tienen mucha importancia. Pero al tiempo me sucedió un instante mágico.

Cuando le dije a una prima que estaba embarazada y que se llamaría Martín, ella me contó que mi madre tuvo un muñeco al cual llamaba Martín.

¡Claro! Me acordé que mi tía me lo había mencionado en algún momento como que fue su muñeco más querido.

Todo puede verse muy banal como una coincidencia, pero realmente es más que eso, es una Diosidencia. A mi madre ya le gustaba el nombre que hoy representa a su segundo nieto. Todo puede verse muy ligero como el nombre que le puso a un muñeco, pero los muñecos siempre tenían los nombres que nos enloquecieron de niñas, que nos gustaban, que nos hacían sentir felices.

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Hay instantes que, aún cuando ha pasado tanto tiempo, nos conmueven la ausencia de una persona especial. Es una sensación -a veces- absurda de extrañar a alguien que se fue hace tantos años atrás. Se me nubla la vista al recordar lo que viví con ella mis primeros ocho años de vida. Es raro sentir ganas de llorar aún hoy.

Soñé lo gracioso que hubiera sido el momento donde supiera que su nieto se llama Martín. Quizás nos hubiéramos reído o a lo mejor yo hubiera querido cambiar el nombre. ¿Cuánto nos perdimos de la vida? Sentí que mucho. Porque imaginarla de abuela me hace divagar entre mis recuerdos de lo que fue de madre, entre la ausencia física de su partida y los anhelos de mi corazón.

El eco resonaba en mi cabeza: ¿aprendí lo que Dios quiso enseñarme? ¿Realmente el dolor de su ausencia hizo transformaciones positivas en mí?

Sí, el dolor de su partida me hizo crecer, no me quedaba de otra. Hoy disfruto de ese proceso donde solté a uno de nuestros primeros amores para crecer en amor y fe.

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¿Aprendí? Lo he ido haciendo, pero descubrí que con el tiempo uno llega a aprender nuevas lecciones de un mismo suceso porque la vida siempre continúa transformándose. Esta vez me tocó aprender que las conexiones que creamos con nuestras madres trascienden la vida. Hay actitudes heredadas y/o aprendidas que nos acompañan, aún cuando no están o incluso cuando se han ido hace mucho tiempo.

La conexión de que nos gustara el mismo nombre fue un regalo agradable para mi alma 25 años después de su partida.

Con amor, Ari.

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