Este fin de semana tuve una de las experiencias más importantes de mi vida. Había quedado de ir con Elías a Guanacaste por lo que alisté mi maleta. Al rato, él me dijo que los planes se habían cancelado, así que decidí acompañar, a dos de mis damas de honor para mi día B, a buscar los zapatos de sus vestidos.
Debo confesar que yo las observé algo extrañas pero no pensé en algo malo. Al cabo de algunas horas me dijeron que no iba a regresar a la casa, que no preguntara y que hiciera lo que ellas me decían.
¡Me pareció una locura jaja, esas locuras increíbles!
Después de algunas vueltas me subieron al carro y me vendaron los ojos por más de una hora de camino. Se los juro que yo intentaba descifrar el recorrido, conté los peajes e iba atenta a las desviaciones. (En la primera foto verán cómo me envolvieron).
Se perdieron un poco pero llegamos. Me bajaron del auto hasta donde escuché el grito de las demás chicas. ¡Parecía un sueño!
¡Estábamos las ocho juntas de nuevo! Llenas de collares hawaianos, flores, copas escarchadas, comida, el mar al frente, ¿qué más podía pedir?
Fue un fin de semana espectacular. Tomamos el sol, cantamos, bailamos y hasta recibí un obsequio para mi noche de bodas.
De paso, les cuento que usé mi traje de baño y kimono de la costarricense María Lourdes Castro. (No lo había podido estrenar).
Regresé renovada, con las energías de nuevo y esperando el gran día.
Pronto les cuento más un beso,
Ari.
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