Hace muchísimos años atrás, más de 21 para ser más exacta, mi madre me hablaba de Pisa. Siempre me contó de lugares del mundo, me enseñó las fotos en los que había estado y hasta los libros que venden con mapas e historia.
Recuerdo ver su foto tomada con cámara analógica y del libro para turistas. Me hizo mucho énfasis en la Torre Inclinada de Pisa. Me parece estarnos viendo, sentadas en el suelo de la biblioteca de nuestra casa aprendiendo de este rincón italiano. Me contó que la torre se construyo con la intención de estar recta, pero que empezó a desviarse desde su construcción. También me dijo que seguía torciéndose cada vez más, tanto que se prohibió la entrada al público. Claro, eso sucedió en los 90.
Esa imagen de nosotras compartiendo de la cultura quedó guardada en mi memoria y en mi corazón esperando el día en que yo estuviera ahí.
El debate. Justo hace algunos meses atrás vi una película donde una niña se preguntaba si olvidaría a su madre que recién falleció. Me quedé pensando y me di cuenta que había olvidado el tono de su voz, su altura, su olor, sus abrazos. Me empecé a asustar.
Le pregunté a mi tía si recordaba cuáles eran los perfumes que ella usaba, así que en mi último viaje a París los busqué. Encontré uno de Yves Saint Laurent que realmente me parecía muy de señora, caminé algo mareada por el Champs-Élysées y decidí no volver a usarlo.
A los meses posteriores continué mi debate interno porque recuerdo muchísimo, pero lo tangible lo olvidé. Ni siquiera tengo claro su rostro detalladamente.
Al cabo de analizar la situación me parecía drástico tener miedo a olvidarla, los verdaderos amores nunca se olvidan. No sólo eso, tengo atesorados muchos recuerdos de viajes, de inventos, de salidas mías y de una que otra regañada porque ya imaginarán que he sido inquieta desde siempre. ¡No se olvida así como así!
Llegué a donde conversamos. Mientras me daba cuenta que lo tangible es pasajero, lección que todos sabemos teóricamente, pero que a veces nos cuesta sentir, llegué a Pisa.
Sí, Pisa es un lugar tan pequeño dentro de la hermosa Toscana que muchos viajeros lo obvian dentro de sus planes, pero yo tenía que estar ahí porque recordaba esa plática en la biblioteca de mi casa.
Así es como recuerdo Pisa. Ella me hacía énfasis en su inclinación y que seguiría desviándose. Me enseñó el baptisterio, la iglesia y aquel jardín que rodea las tres infraestructuras. No olvido esa imagen de colores contrastantes entre azul, verde y blanco, sus posiciones diversas y el detalle de Pisa. Así que tenerla frente a mis ojos fue recordarla y volver a vivir.
Llegué un 10 de agosto, justo el día en que ella cumpliría años. No lo planeamos así, sólo sucedió. Fue cuando reafirmé que no importa si olvido lo físico, lo maleable, lo tangible o lo que se toca, prefiero olvidar eso y trascender con los recuerdos. Confirmé que las vivencias que tengamos con nuestra familia, con las amistades, con colegas, con compañeros son más significativas que lo que podamos tener físico, en mi caso fue más importante que el perfume que busqué en París.
Parece que les comparto una historia cada 15 de agosto, día de las madres en Costa Rica, hace un año les escribí esta (Mi 15 de agosto a ciegas) y hoy les comparto esta otra historia. Aprovecho para felicitar a las mamás que me leen, a las mamás de ustedes y a las que viven en la eternidad.
¡Un beso!
Ari —> @closethispano