Desde antes de escribirte esto quise ponerle nombre a la amiga que te voy a presentar. La bauticé Phoebe. Sí, pensando en Phoebe Buffay. Ya casi te explico por qué.
Cuando me dieron la salida del hospital y llegué a la casa con Nico, me invadió una tristeza. No era por él sino porque me sentía perdida y algo impotente. Me senté a llorar en el sillón de mi casa con él en mis brazos hasta que oscureció. Lloré como una niña. Pero cuanto más lloraba más culpable me sentía.
“Tienes un hijo sano por qué estas llorando” pasaba por mi cabeza. “Muy mal Ariana, él puede estar sintiendo toda tu tristeza”, me pensé. “No seas mal agradecida, tienes muchas razones por las cuales estar alegre”, seguí.
Ahora que estoy más consciente de los altos y bajos de mi maternidad, bauticé a la culpa Phoebe. La palabra culpa, por sí sola, me hace sentir mal; en cambio Phoebe, de manera innata, me hace reír por sus ocurrencias. A veces siento que la culpa se esta riendo de mí tal y como Phoebe se reía de sus amigos.
La culpa se llama Phoebe porque a veces me enreda tanto como cuando dijo que se había cambiado el nombre por Princess Consuela Bananahammock.
La llamo Phoebe porque siempre entra y sale, nunca abandonaba a sus amigos y otras veces se queda un gran rato; la culpa es igual. A veces me ha atormentado tanto como cuando Phoebe incomodaba a su público durante sus conciertos, como con Smelly Cat.
La verdadera Phoebe no merece ser comparada con la culpa, pero lo más importante para mí es que la bauticé con ese nombre para hacerla más divertida cuando llega a jugar conmigo. Me es más sencillo lidiar con Phoebe que con la culpa.
Con la llegada de Nico fue inevitable el arribo de Phoebe. Los primeros meses me agobió gran parte de mi tiempo con los motivos de que no estaba escribiendo lo suficiente, mi ritmo como emprendedora estaba siendo lento, Nico podía tener más de mí, yo podría ser más amorosa con él…
Hace unos días salí a tomar café con una amiga que tiene un bebé de la misma edad que Nico. Pensamos: “vamos a ir a una cafetería que tiene área de niños, ¿qué puede salir mal?” ¡Todo salió al revés! Nico no quiso estar en el área de juegos, abrió la puerta de seguridad, lloró, motivó a su amigo para que tampoco quisiera estar ahí. Mientras eso sucedía, Phoebe se acercó a nosotras y, con su paciencia, se divertía de ver aquel show.
Phoebe empezó a dominarme y pensé: “arruiné la tarde de café”, “¿qué hice mal?” En fin, acabé llegando a casa con Nico alzado y con Phoebe en mi espalda.
Este año me propuse ser más amiga de Phoebe y, por ende, de mí misma. Me toca ser más compasiva conmigo. Debo meterle energía a la maternidad, al emprendedurismo y a perdonarme cuando la meta no se alcanzó o, simplemente, lleva otro tiempo diferente al que creí. Así que esa noche me dije a mí misma: “la tarde fue un desastre, la próxima vez voy a anticipar a Nico a su gran actividad. Esto no va a hacerme sentir mala madre porque mañana volveré a ser la mejor mamá del mundo. Hoy no nos fue bien, pero mañana será extraordinario”.
Te juro que al día siguiente amanecimos mejor. Quisiera tenerte una solución mágica para luchar contra Phoebe, pero no existe ninguna receta paso a paso. Sólo reconoce el sentimiento y, sobretodo, permítete ser compasiva contigo misma para demostrarte que, aún con Phoebe al lado, sos la mejor mamá del mundo.
Con cariño, Ari. @ClosetHispano