Había escuchado tantas veces que el ser madre cambia la vida. Y sí, la cambia de muchas maneras. Pero hoy lo que quiero contarles es que a mí me ha hecho vivir un maremoto de emociones. Cuando escribí el título pensé: un mar de emociones; pero es más allá que el infinito mar. Además de muchos sentimientos que experimentamos, es un revuelto de sensaciones: de ahí un maremoto.
Cuando nos enteramos que íbamos a ser papás nos llegó al alma una alegría inmensa. Habíamos, dos meses antes, dejado de planificar y nos tiramos al ruedo. Yo tuve una conversación con Dios y le dije: “quiero que sepas que bebé llegará en tu momento, no en el mío. No es cuando yo digo sino cuando tú dices. Así que aquí estaré esperando”. Ese mismo mes salimos de viaje a Tailandia con bebé dentro de mi (leer aquí).
Fuimos a Costa Rica después de terminar el primer trimestre. Los tres íbamos deseosos de compartir con la familia y amigos; además de cargados de trabajo antes de lanzar el libro de Cómo Vestir el Alma. Llevábamos muchos pendientes: fotografía de la portada, reuniones, talleres que impartir, lanzamiento, paseos, encuentros, los días se nos quedaban cortos.
Sin embargo, los planes de Dios eran diferentes. Al cuarto mes de embarazo me iniciaron unas contracciones que me hicieron bajar el ritmo de trabajo y estar en cama 24/7. Para ese entonces leía en mi aplicación de embarazo que para esas fechas las embarazadas nos sentíamos radiantes, guapísimas, con la cabellera brillante. Pero esa no era mi realidad. Como no podía levantarme tan seguido yo sentía que mi cabello estaba tan desarreglado, mi rostro sufría los cambios hormonales. Me sentía fea. Se sumaban otras emociones entre tristeza, miedo y a la vez, muy en el fondo, esperanza, anhelo.
Aún cuando la incertidumbre me tenía el corazón nervioso todo mejoró. Las contracciones mermaron, pero algunas continuaron durante todo mi embarazo. La doctora me explicó que sucede en mujeres muy delgadas o aquellas que tienen gemelos.
En mi regreso a Madrid continué disfrutando de mi embarazo. Comí delicioso, dormí como una reina, compartí con mis seres queridos, caminaba bastante y me cuidé lo necesario para aportarle a bebé de manera positiva. Las fechas festivas como navidad y año nuevo las disfruté montones; no me permitía dejarme vencer por el cansancio. Si antes demoraba 20 minutos en llegar donde una amiga, ahora demoraba una hora, pero nosotros íbamos.
El día que #BabyCloset nació el maremoto de emociones empezó a hacerse más grande. Rompí fuente a eso de las 4h y cerca de las 14h ya tenía los 10cm de dilatación. En ese tiempo las sensaciones del dolor se habían apoderado de mi cuerpo con las contracciones. Y aunque utilicé la epidural la sensación de pujar uno la percibe cada vez con más intensidad. Eso es bueno porque sabes en qué momento debes pujar.
La ilusión, el nerviosismo y la expectativa iban con nosotros cuando nos llevaron al paritorio.
Pujé y pujé dando lo mejor de mí, pero parecía que mi fuerza no era lo suficiente así que la cabeza de Nico se asomaba y se volvía a esconder. Eso puede poner en riesgo al bebé. Por lo que la doctora decidió llamar a otra especialista que se paró a la par mía y con su brazo ejercía fuerza sobre mi panza para poder expulsar a bebé. Era un dolor increíble, para eso no existe la epidural que nos ayude con el dolor.
Sin embargo, eso no fue suficiente. Así que la doctora para poder sacar a Nicolás utilizo unos fórceps. Solo ver esas herramientas me estremecía, pero mi cuerpo, mi mente y mi corazón solo querían ver a bebé. El amor podía más que el miedo.
Cuando me entregaron Nicolás me sentía en el apogeo de un maremoto. Mi corazón y mi alma sentían un amor desbordante, satisfacción, esperanza, y la ilusión tremenda de ver a mi esposo y a mi hijo como una familia. Mi cerebro empezó a vivir aún más las emociones, mientras que pensaba en abrazar a bebé y enseñarle a comer. Pero mi cerebro también seguía percibiendo el dolor físico de mi estómago, del desgarro que me dejaron las fórceps, de la doctora sacando la placenta, suturando y tratando de dejarme reconstruida. La sensación de estar desesperada me alcanzó cuando mi hemoglobina descendió considerablemente debido a una hemorragia que tenía. Sentía muchísima sed, ganas de vomitar, mareos, pero sabía que no debía de dormirme. Sentí que todo iba mal, agotada, desesperada, pero con unos ojitos nuevos que esperaban por mí.
Cuando lograron estabilizarme y acabar la doctora me dijo: “Ariana, hace mucho no tenía un parto tan complicado”. Me sorprendí un poco, pero sentía un alivio tremendo porque ya había acabado. El maremoto parecía calmarse porque estuvimos dos horas en recuperación los tres, Elías, Nicolás y yo. Para ese momento yo sólo agradecía el milagro de la vida, el amor se me desbordaba, daba gracias a Dios por tener esa familia que siempre soñé.
Con este maremoto de emociones aprendí varias lecciones.
La primera es que vivimos en maremotos emocionales constantes. Este que les cuento acabó, pero inició otro cuando nos fuimos a casa y empezamos a ser padres. La segunda es que cada embarazo es diferente, tiene su riesgo. Si bien es cierto no estamos enfermas, ni podemos andar con lamentaciones, pero debemos escuchar nuestro cuerpo, sus cambios y sus necesidades. No porque en un articulo dice que al cuarto mes te sientes radiante es que así va a ser. Cada mujer es diferente y sentirse es lo más importante.
Tercero, mi favorito, es que eternamente estamos en las manos de Dios. Yo podía cuidarme, comer bien o comer mal, pero quien te sostiene la vida que llevas dentro es Dios. La evolución solo puede venir de Dios. Podes hacer todo muy mal, pero si Dios te sostiene ese bebé, ahí va a estar. Podes hacer todo muy bien, pero si viene sin un dedito o con alguna enfermedad no dependía de mí. A lo que quiero llegar es que hay un pintor más allá que crea la vida, que nos sostiene en el vientre de nuestra madre, que dibuja cada parte de nosotras, que nos va añadiendo pinceladas de nuestra personalidad; todo eso solo viene de Dios.
Así es como creo que la vida es un péndulo que se sujeta de Dios. Así es como creo que vivimos en un mar que nos genera maremotos emocionales constantes. Eso es lo lindo de vivir.
Bendiciones a todos,
IG @ClosetHispano
Fotografías: Smokeyitv.