Esta fue una locura de esas que nos dejan sentir libertad. Habíamos visto la Sierra Nevada mientras conducíamos, sin embargo, ese día amaneció tan soleado y despejado que era perfecto para adentrarnos a la nieve.
La única vez que he visto nieve fue en Nueva York, una pequeña nevada. Por eso, esta vez, Granada se lució. Pasamos de la playa al legado arquitectónico y a la nieve. ¡Como puede ser eso posible!
Hace unos días leí del periodista Ismael Cala: “dejar de jugar es comenzar a morir. No dejes que el miedo te haga demasiado adulto“. Partiendo de ese saludable consejo, mi esposo y yo hicimos una guerra de bolas de nieve. ¡Quedamos empatados! Jajaja.
¡Gracias por acompañarme en este roadtrip! No sería lo mismo sin ustedes, besos,
Ari.