Llegar a las islas de Europa siempre es una experiencia fantástica. El color del agua, la transparencia, la montaña, los senderos, las caminatas, los viajes en barco o en motocicleta hacen que la aventura sea muy enriquecedora.
He tenido la oportunidad de estar en algunas islas en dos estaciones muy distintas, y ambas experiencias son tan gratificantes.
Cuando llegué a la isla de Elba, el verano acogía a muchísimos turistas. Yo buscaba un día para conocer varias de sus playas y otro para acostarme todo el día en una silla de playa. Fuimos a varias como Capo Bianco, Sansone, Capo D’Enfola, Scaglieri, Procchio, Lido di Capoliveri, entre otras. Algunas son de piedra grande, por lo que para entrar al mar hay que ingresar con zapatillas acuáticas. El agua, además de cristalina y en tonos azules, es fría, pero sienta muy bien porque de verdad refresca. También las hay de arena que son más familiares.
Me encanta que los carros no tienen acceso a la mayoría de playas paradisíacas, así que todos caminamos en medio de la montaña, esperando encontrarnos el paisaje azulado, con destellos de luz.
Hay familias numerosas que llegan desde temprano, extienden sus sillas, colocan su sombrilla y se quedan ahí todo el día. Es sorprendente ver lo preparados que llegan, desde inflables, juguetes de arena, comida preparada, fruta, varias prendas para cambiarse. Tienen una destreza increíble de tirarse al sol por más de seis horas seguidas.
Un tip importante que debemos tomar en cuenta cuando visitamos una isla es que resulta indispensable rentar un auto, motorini (como los italianos le dicen a la moto) o bicicleta porque es la forma más rápida de conocer las playas y cada uno de sus pueblos. Llegar a una isla y quedarse sólo en uno de sus puertos o en la playa más cercana es toda una ofensa a la naturaleza.
Llegar en julio y agosto es arribar a un lugar donde estará lleno de turistas y donde los precios están en negación rotunda de descuentos. Cuando la temporada empieza a mejorar es desde mayo hasta setiembre, con agosto como pico más alto, por lo que los demás meses la temporada no es baja sino bajísima. Eso me sorprendía muchísimo porque una persona que vive en esa isla, algo pequeña en relación con otras, a qué se dedica el resto del año durante esos meses fríos. Hablábamos con un mesero italiano que le sorprendió que éramos de Costa Rica porque dice que somos pocos los latinos que llegamos. Él había estado en Costa Rica; nos contó que trabaja en la temporada alta y después se va a viajar por el mundo.
Por las noches se puede visitar un buen restaurante y recorrer sus calles coloridas. Lo que más me gustó es que encontramos las expresiones del arte en medio de los callejones. Nosotros caminábamos por el pueblo de Porto Azzurro y de repente nos encontramos con una presentación de varios talentos: algunos cantaban, otros tocaban instrumentos y uno que otro recitaba algún poema. ¡Yo me quité el sombrero! (Se las compartí por snap: closethispano).
Visitar la isla es un destino para aquellos que queremos conocer, caminar, recorrer; si más bien lo que desean es un resort donde pasar todo el día, este destino no es el indicado. Lo cierto es que cuando vas consiente de esa maravilla de la naturaleza, esa perfección donde la mano humana tiene la mínima injerencia, se pasa fantástico. Es relajante e inspirador. Pude recuperar un poco el color de mi piel después del invierno de Madrid.
Un beso,
Ari —> @closethispano