¿Cómo vestir el alma?

Querido Dios: cerré la puerta y miré hacia adentro

By Ariana Fernández

December 30, 2020

Este año lo pusiste de cabeza. Siempre que pones todo patas arriba me causa mucha intriga saber qué es lo mejor que viene. Trabajas a tiempos muy distintos a los míos y a veces esa espera desespera.

Cuando el confinamiento empezó, yo no me lo creía. No quería aceptar que mis planes estaban cancelados y sin imaginar cuándo volvería a programarlos. Me abrumaba sentir que no sabía cuándo acabaría esta etapa. Pero mientras cerraba la puerta de mi casa, abrí la de mi alma.

Me tomó 28 días sentirme menos ansiosa, menos enfadada con la vida. Menos, pero no del todo bien. De hecho, a veces pienso que, si viniera otra pandemia, vuelvo a reprobar en obtener esa tranquilidad de entender que lo que tenemos en el momento es lo que necesitamos. Pero busco en ti mi paz y mi calma.

También: Déjate llevar por el globo aerostático.

Así que podría decir que este 2020 fue difícil, pero para quién no lo fue. Todas(os) tuvimos retos inmensos. Es triste ver partir a quienes amamos, es frustrante ver nuestro negocio cerrar, desesperante no tener pan en la mesa, en fin, tú mejor que yo conoces cada sufrimiento que enfrentamos. Quizás este año has escuchado que claman por ti con más frecuencia; si eso es para tu gloria que bien que sucedió.

Cuando cerré la puerta de casa, tuve que ver hacia dentro. Buscarte a tí y a mí. Encontrarme contigo y conmigo. Tú sabes todo lo que encontré de mi ahí contigo, a puerta cerrada, en silencio y con las emociones fluctuantes.

Quiero agradecerte por eso. Por ese tiempo que me diste para perder la cordura, la calma y buscarla en ti y en mi.

Volví a confirmar que debo agradecerte por muchos obsequios que tú me das y que a veces doy por sentado. Gracias porque tengo una casa donde estar resguardada, porque en mi alacena no falta comida, por el agua y la luz que siempre pudimos pagar. Gracias porque la salud no se vio afectada. Gracias porque mi trabajo no mermó, al contrario se transformó, y se expandió. Gracias por un proyecto familiar que hemos estado cocinando. Gracias por abrirme las puertas de más proyectos.

También: Querido Dios: estar contigo.

Sobre todo gracias por inquietarme. Ha sido el mejor de los regalos este año. Sintiéndome ansiosa, algo incómoda y en la soledad de mi interior pude avanzar en mí misma. Gracias porque este año pude amarme más. No importa el montón de defectos ni el pasado que viví porque los aprendí a amar. Si tú me amas así, ¿cómo no lo iba a hacer yo?

Con la puerta cerrada de mi casa tuve tiempo para mirar hacia dentro, gracias. Te pido que nunca me permitas soltarme de ti, jamás dejes que me aleje porque estar separada de ti es para mí perder el sentido de vivir.

Gracias, porque  cerrando, abrí; y abriendo, te encontré.

Te amo,

Ari.

Comentarios

comentario